Quisiera escribir algo bastante profundo e inteligente acerca del fin de año, pero me temo que jamás he podido escribir un texto de tal índole -o sea, profundo e inteligente-, por eso me limitaré a decir que este año que está a punto de morir, a pesar de no ser uno de mis mejores, me ha enseñado bastante y creo que por fin puedo dar un salto significativo en mi respuesta de vida. El próximo año me parece ser bastante prometedor, el Fuego y la Noche serán reincorporados en mi vida, mi vocación ya está a la vista y no me desagradan los resultados hasta ahora de la misma. No sé qué más podría decir sobre esto, mas que me siento bastante optimista con el futuro, ya no es incierto como antes.
Próspero año...
jueves, 31 de diciembre de 2009
sábado, 19 de diciembre de 2009
Primera carta
Uno piensa en escribirle a ciertas personas. Bastante gusto me daría que fuese a puño y letra. El puño del remitente o la voz del interlocutor, hay tanta expectativa y promesa en ambos, un matiz de personalidad, un rasgo único y casi siempre inconfundible. Honestamente, me gustaría tener el tiempo y el vigor para comunicarme siempre por medio de cartas y hacer a un lado esta interfaz electrónica que me parece tan impersonal a pesar de ser tan práctica y que su presentación es superior a mi penosa caligrafía. No te equivoques, no soy de aquéllos que dicen odiar la tecnología, que todo estaría mejor sin ella. Para nada, me encanta la tecnología; encontraría bastante mediocre de mi parte no darle uso cuando sé que me ha sacado y me seguirá sacando de varios aprietos. También he podido conocer a un par de personas entrañables que viven lejos de aquí y jamás hubiese sabido de su existencia sino fuese gracias a ella. ¡Cómo olvidar la música! Ah, de no ser por los avances yo no podría escuchar música en todo lugar y a toda hora, no podría acompañar una buena lectura con un poco de Chopin o escuchar a Pink Floyd mientras manejo mi motocicleta. En fin, a lo que me refiero, sin dar más rodeos, es que prefiero ya no depender, o, más bien, ya no abusar de ella.
Me sorprende lo torpes que somos, batallando para hacer cualquier menester que nada tenga que ver con la tecnología. Quizá sea mi imaginación, mi constante paranoia, pero paulatinamente me doy cuenta que ya pocas personas saben bailar, pintar, cantar, esculpir, recitar, escribir y la lista de actividades deliciosas que se van perdiendo crece en demasia. La mente humana ya le está encontrando forma al pensamiento: ideas cuadradas, pensamientos cuadrados.
Ahora uno está a la expectativa de ceros y unos. A través de toda esa red que sólo me puedo imaginar -no necesariamente como lo han mostrado en películas- veo cómo viajan miles de datos a una velocidad que la mente humana no puede ni concebir y el resultado se refleja en unas cuantas variaciones de colores. Es como si pudiesemos ver el funcionamiento de un ojo mamífero, es como un ojo viendo a otro, supongo.
Así estaba a la espera de que cinco letras con todo y su letrero colorido apareciesen en mi monitor. La espera rindió cuentas pues, mientras tocaba la guitarra, viendo hacia el monitor, aparecieron por fin. Una señal de que ella -tú- estaba detrás de otro aparato, ese otro ojo cuya función es similar al mío. Mi última oportunidad para decirle unas cuantas palabras antes de emprender mi viaje o quizá, incluso, verla en persona para desearle lo mejor en las vísperas.
Un hola, sin respuesta, dos minutos y otro letrero anunciando la retirada. Lástima, no pude verte antes de emprender mi viaje y está bien, el tiempo no ha sido el apropiado.
Quisiera escribirte una carta, no, varias cartas -aunque suene de lo más bizarro- si tú quieres. No que las contestes pero sí que las leas, ¿esto pudiese ser un inicio? Lo ignoro, pero sé que a pesar de que yo me tomé la molestia de acomodar estas palabras sé que siguen siendo un tanto impersonales, porque yo no tracé su trayectoría, no les di la vida como yo quisiese. ¿Qué quiero lograr con esto? No lo sé y no me da miedo, ni pena decirlo. No tengo miedo ya a actuar, ésa es la verdad. Hágase tu voluntad.
Me sorprende lo torpes que somos, batallando para hacer cualquier menester que nada tenga que ver con la tecnología. Quizá sea mi imaginación, mi constante paranoia, pero paulatinamente me doy cuenta que ya pocas personas saben bailar, pintar, cantar, esculpir, recitar, escribir y la lista de actividades deliciosas que se van perdiendo crece en demasia. La mente humana ya le está encontrando forma al pensamiento: ideas cuadradas, pensamientos cuadrados.
Ahora uno está a la expectativa de ceros y unos. A través de toda esa red que sólo me puedo imaginar -no necesariamente como lo han mostrado en películas- veo cómo viajan miles de datos a una velocidad que la mente humana no puede ni concebir y el resultado se refleja en unas cuantas variaciones de colores. Es como si pudiesemos ver el funcionamiento de un ojo mamífero, es como un ojo viendo a otro, supongo.
Así estaba a la espera de que cinco letras con todo y su letrero colorido apareciesen en mi monitor. La espera rindió cuentas pues, mientras tocaba la guitarra, viendo hacia el monitor, aparecieron por fin. Una señal de que ella -tú- estaba detrás de otro aparato, ese otro ojo cuya función es similar al mío. Mi última oportunidad para decirle unas cuantas palabras antes de emprender mi viaje o quizá, incluso, verla en persona para desearle lo mejor en las vísperas.
Un hola, sin respuesta, dos minutos y otro letrero anunciando la retirada. Lástima, no pude verte antes de emprender mi viaje y está bien, el tiempo no ha sido el apropiado.
Quisiera escribirte una carta, no, varias cartas -aunque suene de lo más bizarro- si tú quieres. No que las contestes pero sí que las leas, ¿esto pudiese ser un inicio? Lo ignoro, pero sé que a pesar de que yo me tomé la molestia de acomodar estas palabras sé que siguen siendo un tanto impersonales, porque yo no tracé su trayectoría, no les di la vida como yo quisiese. ¿Qué quiero lograr con esto? No lo sé y no me da miedo, ni pena decirlo. No tengo miedo ya a actuar, ésa es la verdad. Hágase tu voluntad.
sábado, 12 de diciembre de 2009
¿Crisis?
No. No es cierto. México no está en crisis. De la crisis se sale, se recupera camino y se renueva la situación que se perdió durante un tiempo corto (…), la crisis de la que,desde hace muchos años se habla en México y casi exclusivamente en términos económicos, es como un lenguaje social que encubre lo que realmente es el problema. La crisis a la que se refieren los mexicanos es la perplejidad que produce encontrarse en una situación real de pobreza cuando nos creíamos ricos (…), de un poder que nunca hemos tenido, o de aspirar a disfrutar de una seguridad que no nos hemos ganado.
Lo que realmente es la famosa crisis es la confrontación con las mentiras históricas y actuales que nos hemos dicho (…), es la angustia frente a la debilidad que sentimos(…). Si observamos la conducta colectiva, buscamos las actitudes comunes, encontramos dos maneras diferentes de reaccionar: el berrinche y el enojo. Los berrinchudos de México son los que solamente insisten en culpar a alguien, los que exigen se restaure el mundo mágico de antes, los que demandan castigo para los responsables, que nunca son ellos(…). Los enojados son los otros: los que enfrentan el problema y hacen algo. Si hay que trabajar más, trabajan; si hay que recortar gastos, los recortan; si hay que colaborar con otros, colaboran. Pero aplican su energía agresiva a la reflexión y actos positivos que les permiten competir(…) No. México no está en crisis. La crisis es de cada mexicano.
- Eduardo Dallal y Castillo
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Me ha encantado la tormenta y el apagón del lunes, me pregunto si he sido el único que se siente inadecuadamente jovial al estar en la calle durante un día que rayaba en lo apocalíptico (sí, sé que exagero con tal calificativo pero bastaba ver la lluvia torrencial y el tono grisáceo-rojizo de los cielos para pensar que por fin había llegado el último día de la humanidad), incluso recordé ese día en que a los gringos se les quemaban las casas y todas las cenizas venían a caer al otro lado de la frontera (y yo pensando si entre esos restos habría algun fragmento de animalidad, homo sapiens incluidos).
Llego a la universidad a las tres de la tarde en punto, estacioné el carro y esquivando charcos corrí hacia el teatro para enterarme que las obras se habían cancelado. Lástima, me dije, en realidad tenía ganas de verla otra vez en escena. Voy con Fernando a la cafetería empapado de pies a cabeza, saludo a los pocos conocidos que veo por allí y mientras comíamos la luz emprendió su huida. Y nos dan las cuatro, acompaño a Ferno a la librería, un tanto decepcionado porque en realidad quería verla. Y platicamos con Michelle y el españolado Vladimir. En realidad no estaba muy interesado en su conversación, preferí observar cómo las aves luchaban por mantenerse en vuelo bajo la lluvia, la forma en que el viento dibujaba en el lienzo de los charcos unas hermosas líneas, su lenguaje al alcance del ojo. Me aburrí rápido y me senté bajo el solaz de del edificio de artes. Mientras los otros platicaban me puse a leer Angela's ashes, un par de minutos después los de teatro bajan por las escaleras y allí estaba ella. ¿Mencioné que antes de ir a la universidad eché una moneda al aire para ver si me atrevía a salir de mi casa durante el temporal? Sí, a veces me da por ser un meloso y creer en el destino. Ella va jacarandosa, hablando con sus compañeros, y pasan a un lado de mí, ella me ve y me saluda (quizá un tanto sorprendida de verme allí) y se sigue de largo. Mira Noche, este tipejo ha venido a mendigar tu cariño ¡y tú te vas de largo! No llegaron muy lejos pues la lluvia arreció. Casi podía escuchar a Ferno decir, epa Romeo anda a cortejar a tu Julieta, y Romeo tan atarantado allá va.
Para nada Sapientia, no he venido aquí para verte sino a las obras, me interesa un comino lo que pase con tu vida. Pero, si nadie va a venir por ti y tu amiga, yo puedo darles un aventón hasta sus casas (suerte que viven por los mismos rumbos). Ya vamos, pisando ramas, lagunas, plumas de aves, ya casi el día tragado por las humaredas de la noche. Y vamos en camino, cruzando pocas palabras, escuchando cantos gregorianos, los tibetanos, los árabes y este tránsito está horrible. ¿Por qué dibujas tantos ojos en los parabrisas? ¿Qué cuchicheas? Nada importante ha pasado sino hasta que dejamos a tu amiga. Y mi reproductor de música se le ocurre poner come on baby light my fire, y dices que te encanta esa canción y yo te hablo de Morrisson y tú dices no saber nada sobre grupos, que te gustaba Peggy la muppet y los Backstreet Boys cuando eras una infanta y después conociste al KuCo y cambiaron tus gustos totalmente yéndose por el cauce del cuartero de Liverpool y Pink Floyd. Y empezamos a comunicarnos por fin, y pasamos por mi casa, te he dicho que aquí vivo y me dices que tú también vivías en esa calle, hace como dos años, en la privada San Clemente. ¿Cómo puede ser eso Noche, si yo allí vivo? Y tras unos cuantos intercambios de información te has acordado de mí, el chico serio que paseaba a sus perros y tenía un carro guinda que parecía una caja de zapatos. Tenías el cabello más corto antes ¿no? Pero, no puedo creer que no me haya percatado de que vivías en el mismo lugar, cuántas veces nos habremos cruzado y yo ni en cuenta. Bueno, es que yo también tenía el cabello más corto, más kilos encima y me la vivía en el teatro o viendo películas en casa. Yo por mi parte jamás he sido social con mis vecinos, pero sigo sin creerlo ¡qué bizarro es esto! En serio, ¿cómo no me di cuenta? Y te da risa que diga eso. Me encantaba ese carro, lo veía y decía que era perfecto para mí. Ahora es el carro de mi padre mas aún está a mi nombre, después podemos dar una vuelta en él. ¿Es automático? No. Tendrás que enseñarme a manejar estándar pues lo quiero manejar. Cuando quieras Noche, cuando quieras.
Llegamos a tu casa, unos minutos después de la de Fuego (sí, lo admito, me sentí un tanto nostálgico). Me das las gracias por el aventón, me dices cuál es tu casa, y acordamos que en cuanto tengas tiempo tomaremos ese ansiado café o chocolate o té. Te vas con una sonrisa. Yo me voy con la incertidumbre, porque debería sentirme todavía más extasiado por lo que acaba de pasar en este día, desde la lluvia y las dos horas que pude convivir contigo, pero no, no siento nada a pesar de que puedo exprimir detalles a los segundos, desde cómo me veías y la atención que me otorgaste. Ya de regreso a casa, paso por la calle donde vives, Fuego, y me da una pena no poderte contar esto en persona porque quizá tú sonreirías, saltarías de gusto como siempre que te enterabas que había logrado algo y me transmitirías tu energía que desde la primera vez ha cambiado lo que soy.
Viejo tonto, la cagaste como siempre...
Llego a la universidad a las tres de la tarde en punto, estacioné el carro y esquivando charcos corrí hacia el teatro para enterarme que las obras se habían cancelado. Lástima, me dije, en realidad tenía ganas de verla otra vez en escena. Voy con Fernando a la cafetería empapado de pies a cabeza, saludo a los pocos conocidos que veo por allí y mientras comíamos la luz emprendió su huida. Y nos dan las cuatro, acompaño a Ferno a la librería, un tanto decepcionado porque en realidad quería verla. Y platicamos con Michelle y el españolado Vladimir. En realidad no estaba muy interesado en su conversación, preferí observar cómo las aves luchaban por mantenerse en vuelo bajo la lluvia, la forma en que el viento dibujaba en el lienzo de los charcos unas hermosas líneas, su lenguaje al alcance del ojo. Me aburrí rápido y me senté bajo el solaz de del edificio de artes. Mientras los otros platicaban me puse a leer Angela's ashes, un par de minutos después los de teatro bajan por las escaleras y allí estaba ella. ¿Mencioné que antes de ir a la universidad eché una moneda al aire para ver si me atrevía a salir de mi casa durante el temporal? Sí, a veces me da por ser un meloso y creer en el destino. Ella va jacarandosa, hablando con sus compañeros, y pasan a un lado de mí, ella me ve y me saluda (quizá un tanto sorprendida de verme allí) y se sigue de largo. Mira Noche, este tipejo ha venido a mendigar tu cariño ¡y tú te vas de largo! No llegaron muy lejos pues la lluvia arreció. Casi podía escuchar a Ferno decir, epa Romeo anda a cortejar a tu Julieta, y Romeo tan atarantado allá va.
Para nada Sapientia, no he venido aquí para verte sino a las obras, me interesa un comino lo que pase con tu vida. Pero, si nadie va a venir por ti y tu amiga, yo puedo darles un aventón hasta sus casas (suerte que viven por los mismos rumbos). Ya vamos, pisando ramas, lagunas, plumas de aves, ya casi el día tragado por las humaredas de la noche. Y vamos en camino, cruzando pocas palabras, escuchando cantos gregorianos, los tibetanos, los árabes y este tránsito está horrible. ¿Por qué dibujas tantos ojos en los parabrisas? ¿Qué cuchicheas? Nada importante ha pasado sino hasta que dejamos a tu amiga. Y mi reproductor de música se le ocurre poner come on baby light my fire, y dices que te encanta esa canción y yo te hablo de Morrisson y tú dices no saber nada sobre grupos, que te gustaba Peggy la muppet y los Backstreet Boys cuando eras una infanta y después conociste al KuCo y cambiaron tus gustos totalmente yéndose por el cauce del cuartero de Liverpool y Pink Floyd. Y empezamos a comunicarnos por fin, y pasamos por mi casa, te he dicho que aquí vivo y me dices que tú también vivías en esa calle, hace como dos años, en la privada San Clemente. ¿Cómo puede ser eso Noche, si yo allí vivo? Y tras unos cuantos intercambios de información te has acordado de mí, el chico serio que paseaba a sus perros y tenía un carro guinda que parecía una caja de zapatos. Tenías el cabello más corto antes ¿no? Pero, no puedo creer que no me haya percatado de que vivías en el mismo lugar, cuántas veces nos habremos cruzado y yo ni en cuenta. Bueno, es que yo también tenía el cabello más corto, más kilos encima y me la vivía en el teatro o viendo películas en casa. Yo por mi parte jamás he sido social con mis vecinos, pero sigo sin creerlo ¡qué bizarro es esto! En serio, ¿cómo no me di cuenta? Y te da risa que diga eso. Me encantaba ese carro, lo veía y decía que era perfecto para mí. Ahora es el carro de mi padre mas aún está a mi nombre, después podemos dar una vuelta en él. ¿Es automático? No. Tendrás que enseñarme a manejar estándar pues lo quiero manejar. Cuando quieras Noche, cuando quieras.
Llegamos a tu casa, unos minutos después de la de Fuego (sí, lo admito, me sentí un tanto nostálgico). Me das las gracias por el aventón, me dices cuál es tu casa, y acordamos que en cuanto tengas tiempo tomaremos ese ansiado café o chocolate o té. Te vas con una sonrisa. Yo me voy con la incertidumbre, porque debería sentirme todavía más extasiado por lo que acaba de pasar en este día, desde la lluvia y las dos horas que pude convivir contigo, pero no, no siento nada a pesar de que puedo exprimir detalles a los segundos, desde cómo me veías y la atención que me otorgaste. Ya de regreso a casa, paso por la calle donde vives, Fuego, y me da una pena no poderte contar esto en persona porque quizá tú sonreirías, saltarías de gusto como siempre que te enterabas que había logrado algo y me transmitirías tu energía que desde la primera vez ha cambiado lo que soy.
Viejo tonto, la cagaste como siempre...
domingo, 6 de diciembre de 2009
En un baile de disfraces, todos se disponen a bailar el vals y yo buscándote. Te perdiste entre la muchedumbre. ¡No tengo pareja! Te busco y te busco y no te puedo encontrar. ¡Debo bailar! No te puedo encontrar. Y sólo queda una mujer, y bailo con ella, sin ganas, mis ojos desorbitados hacia el balcón que tras el marco de la ventana mostraba por el ombligo las entrañas del universo.
La playa por la noche, otra vez buscándote entre todos los universitarios que han asistido. Busco el reflejo de tus anteojos, el contorno de tus labios rojos y abultados, tu cabellera ondulada. Ando por el malecón y me agacho para recoger cierto objeto y una chica me agarra del hombro y salta por encima de mi cabeza. Recuerdo unos versos:
‹‹tu largo pelo rojizo/relámpago del verano/vibra con dulce violencia/en la espalda de la noche››
La veo que se va muy parsimoniosa y la maldigo entre susurros.
Al final me siento cual manco por no haberte visto en mis sueños y ni sé qué traigo en la mano...
La playa por la noche, otra vez buscándote entre todos los universitarios que han asistido. Busco el reflejo de tus anteojos, el contorno de tus labios rojos y abultados, tu cabellera ondulada. Ando por el malecón y me agacho para recoger cierto objeto y una chica me agarra del hombro y salta por encima de mi cabeza. Recuerdo unos versos:
‹‹tu largo pelo rojizo/relámpago del verano/vibra con dulce violencia/en la espalda de la noche››
La veo que se va muy parsimoniosa y la maldigo entre susurros.
Al final me siento cual manco por no haberte visto en mis sueños y ni sé qué traigo en la mano...
sábado, 5 de diciembre de 2009
...llegué a la universidad como a la una y quince y allí me encontré con Murcia y Sandy. Ellos jacarandosos despidiéndose y yo ansioso por lo que estaba a punto de acontecer (estaba un poco nublado el día, esperaba que no fuese a llover). Unos cuantos minutos después ya estabamos en la caseta de Rosarito.
–Aquí esperamos a que alguien nos dé un aventón. –Y el primer tractocamión que pasa se apiada de nosotros.
Platicamos con el conductor, es de Chiapas. Intercambiamos unos cuantos anécdotas mientras admiraba las playas de Ensenada. Cuando veía los rayos cual espadas de luz cortando las olas, empezaba a comprender un par de poemas que escapaban de mi razón. Mi nuevo descubrimiento y el oficio del conductor hicieron que recordase a mi padre, esa figura borrosa con la cual cada vez me siento menos identificado. Sonreí porque hace mucho que no me sentía orgulloso de lo que es, de lo que ha vivido en sus viajes a través del país. Tras varias lunas me he dado cuenta de que todavía lo quiero y de lo cruel que he sido al no darle merito por sus intentos por ganar mi simpatía cuando yo era un niño. No gustaba de los viajes, prefería quedarme en casa sacrificando neuronas ante el televisor. Todo ese tiempo perdido a veces me agobia. Pero este descubrimiento fugaz se quedará sólo por escrito pues si quiero decirle a mi padre esto, el sentimiento se esfumará y volverá a ser esa persona que merodea el hogar y que suele sacarme de quicio con su reencontrada adolescencia.
Ahora quiero aventurarme a menudo en estos viajes, por toda la república y el mundo si fuese posible. Puede que, si aprendo a apreciarlos, caiga en cuenta de que amo incluso a este bodrio de ciudad.
Es peligroso hacer tales conjeturas cuando se cree tener ya un orden en la vida.
–Aquí esperamos a que alguien nos dé un aventón. –Y el primer tractocamión que pasa se apiada de nosotros.
Platicamos con el conductor, es de Chiapas. Intercambiamos unos cuantos anécdotas mientras admiraba las playas de Ensenada. Cuando veía los rayos cual espadas de luz cortando las olas, empezaba a comprender un par de poemas que escapaban de mi razón. Mi nuevo descubrimiento y el oficio del conductor hicieron que recordase a mi padre, esa figura borrosa con la cual cada vez me siento menos identificado. Sonreí porque hace mucho que no me sentía orgulloso de lo que es, de lo que ha vivido en sus viajes a través del país. Tras varias lunas me he dado cuenta de que todavía lo quiero y de lo cruel que he sido al no darle merito por sus intentos por ganar mi simpatía cuando yo era un niño. No gustaba de los viajes, prefería quedarme en casa sacrificando neuronas ante el televisor. Todo ese tiempo perdido a veces me agobia. Pero este descubrimiento fugaz se quedará sólo por escrito pues si quiero decirle a mi padre esto, el sentimiento se esfumará y volverá a ser esa persona que merodea el hogar y que suele sacarme de quicio con su reencontrada adolescencia.
Ahora quiero aventurarme a menudo en estos viajes, por toda la república y el mundo si fuese posible. Puede que, si aprendo a apreciarlos, caiga en cuenta de que amo incluso a este bodrio de ciudad.
Es peligroso hacer tales conjeturas cuando se cree tener ya un orden en la vida.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)