miércoles, 9 de diciembre de 2009

Me ha encantado la tormenta y el apagón del lunes, me pregunto si he sido el único que se siente inadecuadamente jovial al estar en la calle durante un día que rayaba en lo apocalíptico (sí, sé que exagero con tal calificativo pero bastaba ver la lluvia torrencial y el tono grisáceo-rojizo de los cielos para pensar que por fin había llegado el último día de la humanidad), incluso recordé ese día en que a los gringos se les quemaban las casas y todas las cenizas venían a caer al otro lado de la frontera (y yo pensando si entre esos restos habría algun fragmento de animalidad, homo sapiens incluidos).

Llego a la universidad a las tres de la tarde en punto, estacioné el carro y esquivando charcos corrí hacia el teatro para enterarme que las obras se habían cancelado. Lástima, me dije, en realidad tenía ganas de verla otra vez en escena. Voy con Fernando a la cafetería empapado de pies a cabeza, saludo a los pocos conocidos que veo por allí y mientras comíamos la luz emprendió su huida. Y nos dan las cuatro, acompaño a Ferno a la librería, un tanto decepcionado porque en realidad quería verla. Y platicamos con Michelle y el españolado Vladimir. En realidad no estaba muy interesado en su conversación, preferí observar cómo las aves luchaban por mantenerse en vuelo bajo la lluvia, la forma en que el viento dibujaba en el lienzo de los charcos unas hermosas líneas, su lenguaje al alcance del ojo. Me aburrí rápido y me senté bajo el solaz de del edificio de artes. Mientras los otros platicaban me puse a leer Angela's ashes, un par de minutos después los de teatro bajan por las escaleras y allí estaba ella. ¿Mencioné que antes de ir a la universidad eché una moneda al aire para ver si me atrevía a salir de mi casa durante el temporal? Sí, a veces me da por ser un meloso y creer en el destino. Ella va jacarandosa, hablando con sus compañeros, y pasan a un lado de mí, ella me ve y me saluda (quizá un tanto sorprendida de verme allí) y se sigue de largo. Mira Noche, este tipejo ha venido a mendigar tu cariño ¡y tú te vas de largo! No llegaron muy lejos pues la lluvia arreció. Casi podía escuchar a Ferno decir, epa Romeo anda a cortejar a tu Julieta, y Romeo tan atarantado allá va.

Para nada Sapientia, no he venido aquí para verte sino a las obras, me interesa un comino lo que pase con tu vida. Pero, si nadie va a venir por ti y tu amiga, yo puedo darles un aventón hasta sus casas (suerte que viven por los mismos rumbos). Ya vamos, pisando ramas, lagunas, plumas de aves, ya casi el día tragado por las humaredas de la noche. Y vamos en camino, cruzando pocas palabras, escuchando cantos gregorianos, los tibetanos, los árabes y este tránsito está horrible. ¿Por qué dibujas tantos ojos en los parabrisas? ¿Qué cuchicheas? Nada importante ha pasado sino hasta que dejamos a tu amiga. Y mi reproductor de música se le ocurre poner come on baby light my fire, y dices que te encanta esa canción y yo te hablo de Morrisson y tú dices no saber nada sobre grupos, que te gustaba Peggy la muppet y los Backstreet Boys cuando eras una infanta y después conociste al KuCo y cambiaron tus gustos totalmente yéndose por el cauce del cuartero de Liverpool y Pink Floyd. Y empezamos a comunicarnos por fin, y pasamos por mi casa, te he dicho que aquí vivo y me dices que tú también vivías en esa calle, hace como dos años, en la privada San Clemente. ¿Cómo puede ser eso Noche, si yo allí vivo? Y tras unos cuantos intercambios de información te has acordado de mí, el chico serio que paseaba a sus perros y tenía un carro guinda que parecía una caja de zapatos. Tenías el cabello más corto antes ¿no? Pero, no puedo creer que no me haya percatado de que vivías en el mismo lugar, cuántas veces nos habremos cruzado y yo ni en cuenta. Bueno, es que yo también tenía el cabello más corto, más kilos encima y me la vivía en el teatro o viendo películas en casa. Yo por mi parte jamás he sido social con mis vecinos, pero sigo sin creerlo ¡qué bizarro es esto! En serio, ¿cómo no me di cuenta? Y te da risa que diga eso. Me encantaba ese carro, lo veía y decía que era perfecto para mí. Ahora es el carro de mi padre mas aún está a mi nombre, después podemos dar una vuelta en él. ¿Es automático? No. Tendrás que enseñarme a manejar estándar pues lo quiero manejar. Cuando quieras Noche, cuando quieras.

Llegamos a tu casa, unos minutos después de la de Fuego (sí, lo admito, me sentí un tanto nostálgico). Me das las gracias por el aventón, me dices cuál es tu casa, y acordamos que en cuanto tengas tiempo tomaremos ese ansiado café o chocolate o té. Te vas con una sonrisa. Yo me voy con la incertidumbre, porque debería sentirme todavía más extasiado por lo que acaba de pasar en este día, desde la lluvia y las dos horas que pude convivir contigo, pero no, no siento nada a pesar de que puedo exprimir detalles a los segundos, desde cómo me veías y la atención que me otorgaste. Ya de regreso a casa, paso por la calle donde vives, Fuego, y me da una pena no poderte contar esto en persona porque quizá tú sonreirías, saltarías de gusto como siempre que te enterabas que había logrado algo y me transmitirías tu energía que desde la primera vez ha cambiado lo que soy.

Viejo tonto, la cagaste como siempre...

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