viernes, 10 de abril de 2009

Fui con mi hermana, madre y sobrino al parque Balboa en California. A pesar de ser un lugar agradable y refrescante, me dan unas ansias absurdas el estar rodeado de gringos con sus cabelleras rubias, sus horrendos bronceados y sus odiosos retoños —me he dado cuenta que en sí, mi incomodidad no es hacia la raza sino hacia su actitud, su postura, su cultura en general —. La gente que no vive en ciudades fronterizas cree que poder visitar seguido al mentado país es de lo mejor, pero, en mi experiencia, no soporto estar mucho tiempo allí. Prefiero pasarla en mi tierra y cruzar al menos que haya un buen concierto o alguna buena exposición en los museos. Al menos que tengas los medios para poder visitar Disneylandia, Universal Studios, Las Vegas, Sea World, San Diego Zoo —lugares que he visitado y la verdad no me interesan ya demasiado— la magia de la grandiosa California se reduce a centros comerciales. Eso precisamente es para mí ese lugar: un enorme centro comercial.


P.D. Por cierto, gracias Hollywood, muchas gracias por destruir mi infancia. Dragon Ball Evolution es una película pésima. Lo peor es que de antemano lo sabía pero, como buen masoquista, tenía que verla. [Ahora sé que la palabra evolution fue empleada como excusa para hacer una adaptación de mierda]