lunes, 5 de enero de 2009
Ahora que está de moda el apocalípsis.
Me puse a pensar cómo le asusta tanto la muerte a mi hermana, sobre todo en escalas masivas. No es la única, es natural que todo ser viviente tema cesar su existencia. Pero, yo no me siento atemorizado, ni por las constantes ejecuciones en Tijuana, la violencia que se vive alrededor de mi país y el globo, ni por las catástrofes, las profecias, o por los dioses iracundos. Debo admitir, he tenido noches en las que, con todas las luces apagadas y con un insomnio persistente, me he puesto a pensar en la parca y me invade un miedo enorme. El pensar que mis memorias y mi cuerpo dejarán de existir para trascender hacia lo incierto. Me abruma percatarme de mi mortalidad cuando me encuentro en la soledad. Pero ésas son las únicas ocasiones en la que siento verdadero pavor. Después concilio el sueño para despertar sin rastro alguno del terrible bocado de la madrugada. No sé cuál sea la razón, pero me siento seguro que no puedo morir todavía y es ese simple sentimiento el cual me mantiene confiado, a pesar de que el mundo como lo conocemos se está derrumbando lentamente.
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