No hubo clases, pero sí lluvia. No hubo bar ni mujeres, pero sí billar, una cerveza y un excelente amigo. No hubo un amor que durmiera a mi lado, ni siquiera aquélla quien sólo goza de los abrazos y los besos en el cuello, pero sí hubo un perro, una semilla derramada, la gripe, una canción que suscita lágrimas, un vacío absurdo y los polvos de mi rutinaria muerte.
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